sábado, 6 de agosto de 2011

SOBRE LA MARCHA


¡ADVERTENCIA!: Si bien las situaciones acá descritas son reales, los nombres de los directamente implicados han sido cambiados para proteger su identidad. Se recomienda discreción.

Durante mi lapso de inactividad un evento muy importante tuvo lugar en la vida del Sardino. No, no fue EL EVENTO...aunque casi; al menos esa era la idea que él tenía en mente cuando decidió ir.

Ya desde hacía varios días me lo había dicho: había visto el anuncio en Facebook e iba a ir: La Marcha por el Orgullo Gay. A decir verdad, una de las cosas que tenemos en común El Sardino y yo es que no somos muy amigos del activismo LGBT. Nada de marchas, ni de emblemas, ni de comités, ni grupos, ni manifestaciones, ni reuniones...nada de nada. Pero El Sardino quería ir por varias razones: en parte por ver y conocer cómo era que funcionaba la cosa y en parte en plan de levante. Hasta cierto punto, cumplió con ambos cometidos.

Según sus propias palabras, la cosa ocurrió así: salió de su casa en medio de un hermoso día de verano, cogió el Transmilenio hasta la estación de Profamilia, se bajó y caminó hasta llegar al Museo Nacional. Ya desde hacia varias cuadras se sentía el jolgorio: era la manifestación, en ascuas por poner la marcha en movimiento. Había de todo: transexuales, travestis, gente con pitos y pancartas lanzando arengas en pro de la igualdad, disfrazados y de civiles, grupos grandes y grupos pequeños, chicos con sus novios, chicas con sus novias, vendedores ambulantes, espectadores curiosos desde las aceras, las puertas y las escalinatas del Museo, reporteros y camarógrafos de Caracol y RCN. En pocas palabras, todo un espectáculo ¿El problema? El Sardino estaba solo; se había puesto cita con unos amigos suyos...pero había llegado demasiado tarde. Seguramente ya se habían ido.

No obstante, eso no lo detuvo, ni lo desanimó. Se quedaría a ver la marcha y ¿quien sabe? de pronto pasaría algo...conocería a alguien. Estuvo parado en diferentes puntos, observando, atisbando...pero no sucedía nada. Empezaba a impacientarse. Entre la muchedumbre, había un man semidesnudo, sólo llevaba puesta una reveladora indumentaria sadomasoquista que incluía botas y antifaz y estaba tomándose foto con todo aquel que quisiera posar a su lado. De inmediato, dada su sensual indumentaria, captó la atención del Sardino.

Entonces, no muy seguro de lo que iba a hacer, bajó e intentó acercarse al man...pero cada vez que lo hacía, algo pasaba (generalmente era que alguien se le adelantaba para tomarse la foto) y no podía. Hasta que al fin pudo: se le acercó, tímidamente le pidió que si posaban juntos y el man accedió: se fotografió con el man...eso si, temblando de los nervios. Incluso el man lo tranquilizó diciéndole: "No tiembles que no te voy a hacer nada" "Ah, no-contestó El Sardino- es la emoción de venir por primera vez a una marcha de estas" Entonces empezó a hablar con un amigo del man que estaba junto a ellos: el man le preguntó al Sardino que cómo le había parecido hasta ahora y él le dijo que un poco lenta. Él le dijo que apenas llegaran las carrozas, arrancaban. Y ahí terminó la conversación; en silencio, cada quien siguió su camino.

El tiempo seguía pasando y El Sardino seguía solo. Intentó abordar a algunas personas...pero sin resultados. Con todo, se rehusaba a retirarse, pero ya estaba muy cansado así que se sentó en el murito que rodea el Museo Nacional. Entonces lo vio: sentado junto a él, estaba un muchacho muy atractivo...que además parecía estar solo. Entonces esgrimió su frase de combate: "¿Y...usted vino solo a la marcha?" Y esta vez, acertó: el chico se había puesto cita con su novio...pero por cuarta vez, lo había dejado metido, asi que le dijo al Sardino: "Pero bueno: yo estoy solo, tu estas solo...vámonos juntos" Listo. Problema resuelto. El Sardino al fin había encontrado con quien por lo menos estar en la marcha. Se pararon y se fueron por la séptima.

Perfil del prospecto: lo llamaremos El Pistolero de 17 años bastante vividos, con un novio bastante descuidado, indiferente y poco interesado en él y...bueno, El Sardino me pidió que me limitara a dar esos datos solamente. Se fueron conociendo poco a poco, se contaron cosas de sus vidas, de sus intereses, de sus gustos, sus experiencias antiguas y recientes y bueno...después de mucho andar regresaron al punto de partida. Se sentaron en las bancas del planetario y El Pistolero hizo la pregunta ganadora: "¿Quieres que nos besemos?" Y obviamente El Sardino accedió aún sabiendo que El Pistolero tenía novio y, por lo tanto, se estaba prestando para ponerle los cachos. Pero en fin...besar no es pecado - o al menos eso piensa El Sardino - y hacía mucho no besaba a alguien. No se pudo quejar: El Pistolero besaba bien...aunque le faltaba.

Con todo y eso, se besaron otras tres veces y El Pistolero le prometió al Sardino que iba a hablar con su novio, le iba a decir que cortaban y, acto seguido, intentaría tener algo con él. Luego de eso, la conversación tomó rumbos más privados y personales, por lo que El Sardino me pidió omitir esa parte de la historia. Sólo dire que habían ganado bastante confianza: iban cogidos de la mano, se rodeaban la cintura con el brazo, se daban piquitos en el cuello...en fin, un milagro. Un verdadero y auténtico milagro en la vida del Sardino: ¡AL FIN TENIA NOVIO! Y no solamente eso: era un novio lindo y jovencito, como le gustan a él.

Pobre Sardino: ojalá después de eso haya aprendido a no cantar victoria taaaan rápido.

El Pistolero le dio pistas desde ese momento: ya no se dejaba abrazar, estaba más esquivo, más serio...en fin: se estaba arrepintiendo de haberle puesto los cachos al novio. Si, lo tenía harto...pero lo mínimo era hablar con él antes de liarse con otro man. Y de todos modos, ya estaba hecho...y El Sardino se resistía a soltarlo; seguía aferrándose al ímprobo milagro de su primer novio.

Resultaron inmersos en tremenda comparsa por la séptima, en dirección a la Plaza de Bolívar: saltimbanquis, bailarines, los susodichos travestis y transexuales que le daban el toque exótico a la marcha, gente con pitos y vuvuzelas, orquestas ambulantes tocando hits de veranos olvidados, gente vitoreando desde los balcones y las ventanas de los edificios, confeti, serpentinas y trocitos de papel plateado...la gente bailaba y cantaba, embriagada por el orgullo gay y El Sardino...bueno, él no es de esos planes, es más bien tímido y retraído; se cohíbe con facilidad. Entonces sólo caminaba junto al Pistolero que si danzaba al ritmo de la orquesta.

Ya se hacía evidente que ellos no pegaban mucho: al Pistolero le gustan los manes desinhibidos, lanzados, audaces, incluso desaforados y El Sardino, pues no es que no sea esas cosas: lo es...pero a ratos y con poquita gente.

Al final de la tarde (aunque no de la marcha) mientras el sol se ocultaba brillando en tonos de rosa y de oro, El Sardino y El Pistolero se devolvieron, cogieron el Transmilenio y después de dar vueltas por el Norte de la ciudad, se despidieron con una promesa: El Pistolero hablaría con su novio y le terminaría, después....El Sardino entraría en escena con toda. No cabía en su dicha: Al fin, al fin, sucedería lo tan ansiado...él así lo creía con todo y que El Pistolero nunca le mintió: él era patológicamente incapaz de ser fiel en una relación (cosa que El Sardino notó de inmediato) y además, le dijo que, para su primera vez, El Sardino merecía estar con alguien que se tomara las cosas más en serio. Aún así, El Sardino se aferraba al Pistolero como si fuera el último hombre en la tierra.

Quedaron en que él le daba una respuesta el viernes (la marcha fue un domingo) No obstante la respuesta fue como una flecha: rápida e hiriente.

Fue al día siguiente (lunes festivo) ya le había mandado la solicitud de amistad por Facebook y El Sardino obviamente se la aceptó. Entonces se lo encontró en el chat y El Pistolero, entonces, hizo honor al apodo que le puse porque se lo disparó sin anestesia: la noche anterior no sólo se encontró con su novio...sino que también lo hicieron y "ya encontrarás a alguien para ti...te lo prometo" Osea: viendo un chispero. Aunque pudo ser peor. Fue así como El Pistolero no pasó de ser un simple levante de verano o...¿fue El Sardino? Como sea, el orden de los factores no altera el producto.

Días después, se reencontraron en el chat: resultó ser que para sorpresa de pocos, El Pistolero le terminó al novio y ahora iba a pedir cacao...lo curioso es que no lo pedía para él sino para el novio. Nunca llegué (ni quiero llegar) a ver a ese especímen, pero según El Sardino era "un man más feo que pegarle un tiro a la mamá el día de la madre" El Pistolero le insistió: que dale una oportunidad, no seas así, tomate el trabajo de conocerlo...no valió nada: El Sardino fue inflexible: NO y no insista. Al poco tiempo, vio como se cuadraba con un reggetonero, una lámpara con todas las letras, según él mismo me dijo en la misma conversación.

No es porque sea uno de mis mejores amigos...pero preferir a unos manes así en lugar del Sardino, no hablaba para nada bien del Pistolero. Desde entonces, se tienen en el Facebook, claro, pero no se hablan. Creo que a ninguno de los dos les hace falta.

¿Conclusiones? Con estas referencias no sé si me dan ganas o miedo de ir a una de esas marchas pero bueno: la vida nos dará muchas sorpresas...pero no tantas ni tan desconcertantes como las que se da uno mismo. De pronto resulto yendo el año entrante...y si es así, les contaré como me fue...espero eso si, que me vaya mejor que al Sardino.

Gracias por leerme, espero que este post haya sido de su agrado y, por supuesto, que me sigan visitando. Envío un caluroso saludo a todos mis lectores y les deseo un Feliz Resto de Fin de Semana.



    

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