lunes, 28 de marzo de 2011

EL CAMINO DE UN ESCRITOR: LA CREACIÓN DE MUNDOS SUCESIVOS

Recuerdo perfectamente el día en que me hice escritor: tenía la tierna edad de 11 - tal vez demasiado inocentes - años. Fue en el colegio, en el salón de clases, estabamos un grupo de niñas y yo. Ellas decidieron jugar a algo, así que simularon que una de ellas, era atropellada. La que parecía llevar la voz cantante, me dijo en tono autoritario: "Bueno, usted ESCRIBA" Y fue como una sentencia.


Anote y anote lo que pasaba en una de esas hojas cuadriculadas que se sacan del corazón de un cuaderno, la traje a mi casa y pasé a computador lo que había escrito, pero ahora, frente a la pantalla del computador, solo y sin nadie mirándome, coloree todo lo que me habían dictado con la imaginación discordante y absurda propia de mi niñez. Así nació mi primera novela: "Un Viaje Hacia El Frijol" originalmente se suponía que iba a ser una novela de superación personal pero inevitablemente le fui añadiendo más y más locuras e incoherencias hasta convertirla en algo parecido a un culebrón venezolano. Finalmente la borre.


A ese intento fallido por hacer una novela, le siguieron unos cuantos más, siempre con el mismo resultado. Eran historias disonantes, sin rumbo ni fin claros. Hasta que en el colegio nos mandaron a leer Crónica de Una Muerte Anunciada (1981) de Gabriel García Márquez (la típica novela de este autor que mandan a leer en el bachillerato) Quede prendado: el haber leído la obra de García Márquez definitivamente marcó un antes y un después en mi carrera de escritor e inicio mi educación autodidacta: ya no volvería a escribir como antes. Después de Crónica de Una Muerte Anunciada, me leí su obra maestra: Cien Años de Soledad (1967) y quede aún más maravillado. Tanto así, que resulte escribiendo una novela muy parecida que, sin embargo, se perdió por un colapso del Sistema Operativo. 


También por esa época me leí El Amor en Los Tiempos del Cólera (1985) otra gran obra de Gabo que, debo confesarlo, me ofreció una decepcionante visión del amor. Por esa misma época me leí algunos de sus cuentos y La Mala Hora (1962) una novela bastante desconcertante.


Después de García Márquez (mas o menos un año después) me regalaron La Casa de Los Espíritus (1982) de Isabel Allende, quien tiene el mismo estilo de García Márquez (el realismo mágico) Allende se constituiría en otra gran influencia en mi estilo, influencia que se vio reforzada al leer De Amor y De Sombra (1984) y Paula (1994) su novela autobiográfica que es además un vívido retrato de ella como mujer, como escritora y como madre que debe ver morir a su hija. Cabe anotar que, desde aquel suceso con el Sistema Operativo, me he limitado a planear novelas: creo personajes en torno a personas que veo en la televisión, en películas, en revistas, en la calle o que conozco, incluyendo amigos y familiares, creo determinadas situaciones en ciertas épocas (al principio guardando una gran similitud con las obras de García Márquez y Allende) pero nada más...no he vuelto a escribir novelas desde entonces hasta ahora. Aunque no he dejado de planearlas; de construirlas mentalmente, por lo menos a grosso modo, con la esperanza de plasmarlas en papel lo más pronto posible.


Años después de haber entrado a la universidad (los primeros años no cuentan para mi), entre en contacto con Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo, una novela que no puedo calificar más que de sensual y hedonista, al menos para quien sepa fijarse en los detalles de ciertas descripciones y leer entre líneas ciertos pasajes. Pero también con una obra irremediablemente mediocre: Satanás (2002) Por paradójico que parezca, esta obra (que la verdad parece escrita por un niño de 8 años) salpicada de hechos sangrientos y rematada por uno que pasó a formar parte de las páginas negras de la historia de Bogotá (la Matanza de Pozzeto); marcada fatalmente por pálidas y patéticas alusiones paródicas a un clásico del cine de terror (El Exorcista) y evidenciando un pobre, por no decir nulo, manejo de los personajes y sus destinos...me sirvió de inspiración.


Esta novela, además de llenar mis noches de horrendas pesadillas y sumirme en un estado de terror constante (al menos durante la noche) me enseñó algo que ya todo el mundo sabía: que también en los últimos 20 o 25 años han ocurrido cosas dignas de ser escritas en una novela; historias estremecedoras, protagonizadas por hombres y mujeres de todo tipo, de toda clase, de toda edad y toda procedencia y ocupación. Historias seguramente anónimas, pero de cualquier modo interesantes, con las cuales, quienes uno, como escritor menos se imagina, puede sentirse plenamente identificado.


Se inauguraba así una nueva era en la que planearía varias novelas cada una desarrollada en una época distinta: los 60, años de glamour, de clase, de libertad, de música psicodélica, de hippies y de voces de protesta; los 70, años de excesos, de decadencia, de música romántica, de terrorismo, de guerra, de dictaduras militares; los 80, años de materialismo, de narcotrafico, años de pop y baladas, años marcados por la Toma del Palacio de Justicia, la tragedia de Armero, los magnicidios y la narcoeconomía; los 90, años del despegue de la tecnología, del copete Alf, del narcoterrorismo y el terrorismo internacional, del apogeo de la economía norteamericana, de las mejores bandas de pop tanto en inglés como en español....en cada época se desarrollarían como máximo dos historias, eso si, teniendo en cuenta una división cronológica entre los principios y los finales de cada época.


Para culminar, en un curso de la universidad, tuve que leer la obra de una escritora brasileña (aunque ucraniana de orígenes y de nacimiento) de quien ya había oído hablar alguna vez. Una tal Clarice Lispector. Mientras leí su primera novela, siguió siendo Clarice Lispector, pero cuando empece a leer sus cuentos, se convirtió en Clarice, mi mentora, mi guía no sólo en nuevas formas de escritura, sino también en nuevas formas de ver el mundo, la vida cotidiana, lo que me rodea. De todos los autores que leí, fue ella la única en animarme a escribir cuentos con la premisa más simple y maravillosa que puede tener una escritor de cuentos: escribir con plena y absoluta libertad en todos los sentidos.


Este es el punto en el que estoy ahora y del cual, eventualmente tendré que moverme. Ya he escrito un buen número de cuentos que tal vez publique por este medio. Hasta el momento me ha parecido decepcionante, cuando no infructuoso, todo intento por participar en concursos de cuento (aún así no pierdo la esperanza de participar en uno) Me he prometido que cuando termine la lista de cuentos, cuyos títulos ya he escrito en un rapto de inspiración, escribiré una de las tantas novelas que tengo en el tintero. No sé cuál de todas irá de primeras, pero sé que la escribiré tan pronto como termine los cuentos.


Este ha sido, a grosso modo, el camino que he recorrido como escritor, desde mis inicios hasta la actualidad. Espero además que este medio sirva para abrirme nuevos horizontes en el campo de la escritura, que mi estilo sea del agrado de muchos y empiece a contar con seguidores. Por ahora esto es todo pero...esperen más.         

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