jueves, 28 de abril de 2011

¡CÓMO QUISIERA!


Sigmund Freud decía que, cuanto más se reprima algo (puede ser un deseo, una tendencia o un rasgo) con más fuerza surgirá más adelante. Creo que todos los seres humanos, que en algún momento de nuestras vidas hemos reprimido algo, sabemos de primera mano que, en efecto, eso es así.

Todos hemos intentado suprimir (o por lo menos controlar) algún rasgo de nuestra personalidad o de nuestro carácter, algún impulso constante o alguna actitud que, por las razones que fuera, nos complican la vida o nos causan ciertos inconvenientes: el mal genio, la desidia, la impuntualidad, el despiste y el desorden por sólo nombrar algunos. Cuando tomamos conciencia de que eso "tiene que cambiar", ponemos todo nuestro empeño (al principio) para que, en efecto, así sea. No niego que hay gente que lo logra: ponen toda su fuerza de voluntad y todo su empeño en eso...y cambian. Pero esas personas, por lo visto, constituyen una minoría; al menos si se les compara con quienes, por su inconstancia, no lo logran.

Estas personas, por mucho que se esfuercen, por muy buenos deseos y sanas intenciones de cambio que tengan...siguen en las mismas: siempre llegan tarde, siempre dejan todo botado, siempre se están olvidando de las cosas, siempre dejan todo inconcluso y casi todo lo hacen a medias. Se quedan así; están destinados a quedarse así y no cambiar jamás: eso que intentan cambiar, está tan arraigado en ellos que es parte básica y esencial de su personalidad.

Pero ¿y cuando lo que se busca reprimir no es un rasgo o una actitud sino un deseo o un impulso? Los deseos humanos son de una variedad infinita: saborear un postre de cientos de calorías cuando se supone que uno está a dieta; vengarse de alguien que nos ha hecho daño; comprar un vestido o un par de zapatos algo costosos; mirar a quien no se debe de forma igualmente indebida; fumar el cigarrillo que habíamos prometido dejar; seguir bebiendo aún sabiendo nos embriagaremos y, en consecuencia, la embarraremos; seguirle el juego a esa persona aún cuando sabemos que, por múltiples razones no nos conviene. Y así en un largo etcétera.

¿Qué nos lleva a hacer estas cosas incluso en contra del sentido común? En un principio, cualquiera pensaría en la respuesta obvia: las ganas, los deseos, la necesidad, el instinto animal tan propio de los humanos, pero hay algo más. Al parecer, un dispositivo de autodestrucción que todos tenemos es otro de los responsables de que caigamos una y otra vez en estas actitudes. Inconscientemente buscamos hacernos daño...y cada uno sabe exactamente cómo hacerlo, muchas veces, movido por el deseo igualmente inconsciente de recibir un castigo por nuestras culpas o errores o para demostrarnos a nosotros mismos que, hagamos lo que hagamos, las cosas no dejarán de ser como son.

En este punto, lo que pase depende exclusivamente de nosotros: si en verdad queremos dejar de hacer algo que sabemos que, a corto o largo plazo, nos hará daño, lo podemos hacer. Es, no sólo una cuestión de fuerza de voluntad, sino también de confianza en nosotros mismos. Confianza en que podemos crecer y ser mejores; confianza en que podemos desechar lo malo que hay en nuestras vidas; confianza en que nos merecemos algo mejor; confianza en que podemos vencer cualquier obstáculo...incluido ese: los impulsos que van en contra vía con nuestro instinto de conservación.

Es cierto que, aún cuando los tengamos bajo control, seguirán estando ahí, como parte de nuestro subconsciente, de lo más profundo y oscuro de nuestro ser; pero no es imposible dominarlos y, por ende, dominarnos a nosotros mismos. Lo esencial, es saber reconocer la diferencia: hay cosas de nuestra personalidad y de nuestra vida que se pueden cambiar...y otras que no. Debemos ser capaces de cambiar lo que podemos cambiar y aceptar serenamente lo que no podemos modificar, aunque si las podemos controlar.

Así, no sólo tendremos una mejor calidad de vida, sino que aprenderemos a conocernos y saber de qué somos capaces.

Una vez más gracias por leerme, espero me sigan visitando y, obviamente, que este post haya sido de su agrado. También les cuento, a los que aún no lo saben, que hoy me empezaron a leer en Alemania; a mis lectores en ese país, envío un saludo. Por ahora, les dejo este video. Espero también les guste y esperen mi siguiente post.




      

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