lunes, 18 de abril de 2011

LO QUE VALEMOS


Debo ser honesto y franco con quien lea estas líneas: esa clase era un desastre, todos en el colegio, sin excepción, nos aburríamos hasta la saciedad y habían quienes, de hecho, se quedaban dormidos en medio de la clase ¿En que consistía la susodicha clase? En la narración de cuentos e historias varias; incluso, en no pocas ocasiones, el profesor llevaba un librito y nos leía uno o dos cuentos (pensándolo bien ¿quien no se duerme si le leen un cuento?) de los cuentos nada se podía discutir: él llevaba el librito y, aunque no lo hiciera, un cuento es un cuento. Pero las historias, bueno...se supone que eran datos y/o anecdotas tomadas de la historia, las ciencias, la geografía o casos de la vida "real" pero sólo él (supongo) era capaz de creer en historias tan inverosímiles y reforzadas.

Y sin embargo, un día, nos contó una fábula con un gran significado (creo haber mencionado que con los cuentos y las fábulas le iba mucho mejor): había una vez un joven que tenía una joya, un anillo de oro con una piedra preciosa azul-violeta oscuro: era una piedra muy rara. Era única.

Un buen día, el joven salió muy entusiasmado con el anillo, dispuesto a venderlo, seguro de que ganaría una fortuna por tan rara piedra. Craso error: nadie siquiera se interesó en comprar el anillo. El joven golpeó muchas puertas, durante muchos días, sin obtener ningún resultado. Harto, cansado y decepcionado, el muchacho empezó a creer que había algo defectuoso en la piedra así que decidió ir a donde un cristalógrafo (experto en piedras preciosas) para ver si él podía decirle algo de la piedra.

Al día siguiente, fue a donde el anciano cristalógrafo y él, después de ver la piedra, dictaminó que no había nada malo en ella: era hermosa, eso era todo lo que podía decir. Entonces el joven le preguntó por que, si la piedra estaba en tan buenas condiciones, nadie la quería comprar, a lo que el cristalógrafo contestó: hijo mío, no lo sé y tampoco importa; lo único importante es que, si esas personas no supieron apreciar esa piedra, de seguro, muchas otras si sabrán darle su valor. Sólo era cuestión de encontrarlas para ofrecerles la piedra.

La moraleja es que, no importa si somos rechazados por ciertas personas: siempre, todos nosotros, encontraremos a alguien que nos quiera y nos aprecie; alguien que sepa valorarnos tal y como somos: raros, únicos, irrepetibles y genuinos.

Entonces, es innecesario mendigar amor o amistad, perseguir a quien no disfruta de nuestra compañía o estar cerca de personas que no nos dan el trato que merecemos simplemente por no estar solos o por obtener algo de esas personas. Personalmente pienso algo que, de por si, no es nada nuevo: la clave para ser amado, querido, aceptado y respetado radica en amarse, quererse, aceptarse y respetarse a uno mismo. La tan bien ponderada autoestima. Sobre todo aceptarse y respetarse, ser consciente de que nadie, incluido uno mismo, es perfecto y si los demás aceptan los defectos y fallas propias y ajenas ¿por que no lo va a hacer uno? Muchas veces creemos que tenemos los peores defectos, cometemos los peores errores y fallamos como nadie más en este mundo ¡MENTIRA!

¿Quien, acaso, es psíquico para conocer todos los secretos vergonzosos de los demás, sus defectos, sus errores, sus malos pensamientos, sus bajas pasiones? Nadie, pero de seguro, poco a poco, todos nos vamos dando cuenta que la mayoría de personas también fallan en muchas cosas  incluso en las mismas que nosotros; que compartimos defectos y manías con buena parte de la población mundial y que estamos muy lejos de ser los únicos con extravagancias, rarezas o pensamientos estrafalarios o retorcidos: en serio, todos los tenemos o hemos tenido en algún momento.

Por otra parte, aunque eso si, no menos importante, está demostrado que aquellos que critican, juzgan, cuestionan y se burlan de los demás todo el tiempo lo hacen movidos por un inconfesable complejo de inferioridad: buscan que los demás queden mal para no sentirse tan mal consigo mismos...aunque tal vez también sea que juzguen a los demás por ser más cómodo y menos doloroso que juzgarse a ellos mismos. En todo caso, esa gente no merece el tiempo ni la atención de N A D I E.

En conclusión: muchos se han preguntado ¿que venimos a hacer a este mundo? A aprender y a ser muy felices. Y ¿cómo no vamos a serlo? Si vivimos en compañía constante de un ser único, irrepetible y, sobre todo, adorable: nosotros mismos
  

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